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Dadas las dimensiones del centro, no va a ser posible abarcar todo el ecosistema como objeto de estudio, por lo que vamos a centrar nuestra atención y nuestro esfuerzo en alguno de los aspectos más concretos de este ecosistema llamado "Las Salinas".

 

Si pudieramos monitorizar las emociones de nuestros alumnos a lo largo del tiempo que permanecen diariamente en el centro, probablemente nos encontraríamos con lo que podríamos denominar "diagrama de emociones plano".

No en vano, nuestros alumnos pasan muchas horas sentados, en espacios muy similares unos a otros, sin color, apagados...

 

Si el cerebro necesita emocionarse para aprender, si el cerebro aprende con el movimiento... ¿Por qué no tratar de revertir la situación?

Después de pararnos a pensar detenidamente sobre qué aspectos vamos a iniciar este proceso de reflexión, creemos que un buen punto de partida, al que llevamos tiempo dándole vueltas y sobre el que creemos necesario intervenir, es el de cómo suscitar emociones que favorezcan el aprendizaje dentro de nuestro ecosistema educativo.

 

Consideramos imprescindible que nuestros alumnos se emocionen y sepan canalizar estas emociones proyectándolas en su proceso de aprendizaje. La siguiente pregunta que se nos plantea, lógicamente es ¿Y cómo podemos suscitar esas emociones?

Se nos ocurren tres posibles rutas, nuestros retos de transformación, que pueden ayudarnos a conseguirlo:

1.- Transformando espacios (Reto 01),

2.- Rompiendo la monotonía diaria incorporando profesionales al aula (Reto 02)

3.- Buscando espacios para el aprendizaje más allá del aula habitual (Reto 03).

Si los colores influyen en el estado de ánimo de las personas, por qué no creamos espacios con color, espacios dinámicos, alegres y divertidos donde dejar volar la imaginación, desbloquear la mente y emocionarnos.

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